Era una noche oscura y lluviosa. Lucía se encontraba sola en casa, esperando ansiosa una llamada importante en su teléfono celular. Mientras esperaba, escuchó un sonido extraño proveniente de su habitación. Al acercarse, descubrió que su teléfono estaba emitiendo una luz intermitente y un zumbido siniestro.
Intrigada y temerosa, Lucía tomó el teléfono y se dio cuenta de que había recibido un mensaje de un número desconocido. El texto decía: “Te estoy observando”. Un escalofrío recorrió su espalda, pero decidió no prestarle mucha atención y lo descartó como una broma de mal gusto.
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, los mensajes continuaron llegando, cada vez más amenazantes y detallados. El remitente parecía conocer cada movimiento de Lucía, describiendo incluso lo que llevaba puesto en ese momento. Sus intentos de bloquear el número fueron en vano, ya que los mensajes seguían llegando.
La paranoia se apoderó de Lucía, quien se sentía constantemente observada y perseguida. Su teléfono se volvió su peor enemigo, vibrando y sonando en momentos inoportunos, incluso cuando estaba apagado o sin batería. Las aplicaciones se abrían solas, mostrando imágenes espeluznantes y voces susurrantes.
Desesperada por escapar de esta pesadilla digital, Lucía decidió consultar a un experto en tecnología. El especialista, con una expresión preocupada, le informó que su teléfono había sido infectado por un virus malicioso que controlaba todos sus aspectos y que la persona detrás de ello conocía demasiado sobre su vida.
Con el tiempo, los mensajes se volvieron más directos y amenazadores. Lucía se dio cuenta de que su perseguidor estaba más cerca de lo que pensaba. Aterrada, decidió huir de su casa y buscar refugio en un lugar desconocido, lejos de la influencia de su teléfono celular.
A pesar de su escape, la sensación de ser observada nunca la abandonó. Los mensajes seguían llegando a través de diferentes dispositivos electrónicos, recordándole que no había escapatoria. La sombra digital se había convertido en una presencia constante en su vida, sumiéndola en un miedo perpetuo y paralizante.
El relato del terror de Lucía, entrelazado con la tecnología, sirve como una advertencia escalofriante sobre los peligros ocultos detrás de los dispositivos que utilizamos diariamente. En su desesperación, Lucía comprendió que nunca más estaría a salvo de la amenaza que se ocultaba en su teléfono celular.